martes, 10 de febrero de 2009

La metamorfosis


Me parece, además, que sólo deberíamos leer libros que muerdan y que piquen. Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en el cráneo, ¿para qué leerlo? ¿Para que nos haga feliz, como al que escribe? Válgame Dios, seríamos igualmente felices si no tuviéramos libros, y los libros que nos hicieran felices podríamos, en definitiva, escribirlos nosotros mismos. En cambio, necesitamos libros que actúen sobre nosotros como una desgracia que nos hace sufrir mucho, como la muerte de alguien que amamos más que a nosotros mismos, como si fuéramos proscriptos, condenados a vivir en los bosques lejos de todos los hombres, como un suicidio – un libro ha de ser como el hacha que quiebra la mar helada que llevamos dentro”. (Franz Kafka)


Guardo desde hace años esta declaración de principios de Franz Kafka, porque conforme pasa el tiempo soy más consciente de que los libros que me marcaron y me hicieron lectora fueron libros nada fáciles, que apenas lograba entender en su totalidad, pero que pulsaban dentro de mí emociones y me convulsionaban mis creencias; me hacían sufrir a menudo,... pero me hablaban de mí por su carácter universal.
Una de estas obras es La metamorfosis, de F. Kafka. Por eso, forma parte de las lecturas que vamos a compartir este curso en 1º de Bachillerato. Soy consciente de todo el rechazo que va a suscitar, de la incomprensión y de la extrañeza que rodeará su lectura. Pero justamente quiero provocar ese revulsivo en mis alumnos. Desearía que sufrieran un poco con ella, para que se viesen obligados a cambiar planteamientos, a ponerse en el lugar del otro, a transformarse también.
¿Para qué leer La metamorfosis? ¿Para distraernos? Para eso, no necesitamos la literatura; ya está la consola, la play, el messenger, ... He elegido esta obra para que nos haga pensar y deseemos compartir lo que nos ha movido dentro.

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