martes, 21 de enero de 2014

Aquellos días azules y aquel sol de la infancia ....en Caspe, con Víctor Juan




Dice un personaje de Aquellos días de luz y palabras que “leer es un acto de amor”, ya que al leer elegimos, frente a otras opciones, cómo invertir nuestro tiempo, que en definitiva es nuestra vida. También lo es escribir, sobre todo si cuando se hace uno pone en ello a partes iguales su corazón y su memoria. Víctor ama a Caspe, y, por encima de todo, las palabras. Este libro es un sentido tributo a ambas pasiones.

Cuando Víctor me envió esta novela al correo sin título y sin manual de instrucciones, me propuse abordar su lectura como lectora, no como profesora de literatura, preservando la parte de asombro y sorpresa que toda lectura puede tener si no la sometemos a un excesivo análisis.

No imaginaba el regalo de luz y palabras que Víctor me adjuntaba al correo. La leí de una sentada, conteniendo la emoción a duras penas. Me impresionó la turbadora sinceridad: no esperaba encontrar un relato tan autobiográfico, lleno de referencias que me eran comunes y familiares. Y poco a poco fui recuperando fragmentos del pasado que creía olvidados. 

                “Somos lenguaje. Somos memoria. Somos las palabras que nos permiten recordar y tomar conciencia de nosotros mismos. (…) Somos cada día lo que fuimos, lo que  hemos sido”.  (p. 87)

La memoria se erige como tema sustancial de la novela.
Caspe aparece como territorio literario. Recrea la tierra prometida, el paraíso perdido, de donde es arrancado el protagonista en su primera infancia con seis años y donde acudirá siempre que pueda.
                “Caspe, paraíso de luz, libertad, tiempo y palabras donde la felicidad y el cariño eran siempre previsibles” (p.55)                


                "Las personas que le acompañaron, que tanto le quisieron y que prepararon para él un mundo en donde pudo cultivar su curiosidad y sus deseos de entenderlo todo.
Ese territorio simbólico era su verdadera patria, un paisaje al que le devolvía la   memoria  para encontrarse, como si no hubiera pasado medio siglo, con la luz de aquellos días           (p.63)

                “Caspe era el universo en el que todo era posible” (p.82)

Aunque también hay una añoranza más terrenal:
      "Había que volver a Caspe para “comer pan de verdad, tortas de verdad y para beber la              leche recién ordeñada que cada noche iba a buscar la vaquería de “La Bochorna”.        (p.55)
Esta novela me ha permitido recuperar fragmentos de mi pasado.

                He vuelto a pasearme por las desvencijadas butacas del cine Lucero y he sentido el olor de sus pestilentes baños; he recorrido las calles y he asistido a las tertulias de vecinos, que me han hecho hueco para contar sus historias (“Mirad, chiquetas, qué os voy a contar”), he revivido los velatorios, las misas, la escuela,… Se me han representado personajes de la reciente intrahistoria de Caspe que no conocía personalmente pero que son un referente para muchos de los aquí presentes: las maestras Dª Julia y Dª Encarna, Concha la avisadora, la tía Julia,…
 
Incluso, uno puede recuperar palabras que identifica, aunque hayan caído en desuso.

                El protagonista de niño “forigaba” en los cajones de los abuelos.

Confieso que he ido atesorando esos retazos de memoria con asombro.

La literatura teje sus historias con hilos de ficción y de realidad.  Reconocer referencias tan próximas o identificar nombres reales, produce una especie de vértigo. Casi tiene uno que pellizcarse, por miedo a haberse convertido en personaje nivolesco, como le ocurrió al pobre Augusto de la novela Niebla,  de Unamuno. 

 ¿Se puede imaginar la sorpresa de encontrar entre líneas la tienda que regentaban mis  padres en la calle Pellicer “Confecciones La Rosa”, cuando al joven protagonista le  compran la bata para ir al colegio?

                O encontrarse de pronto con un suceso vivido muy de cerca:
                               “Como estaba escrito, en Caspe se enamoró de una mujer de  doce       años con el  amor radical de un hombre de trece años”

                "Olga le pareció una criatura extraordinaria que daba sentido a su existencia
Porque yo fui testigo de ese  primer amor de Víctor Juan. El impacto de encontrar a mi amiga Olga, amiga inseparable de la adolescencia, convertida en personaje novelesco es indescriptible.

 Lo dicho, a veces, leyendo, hay que pellizcarse…              

La literatura es una puerta que nos lleva a otros mundos. Cuando esos mundos son fácilmente reconocibles, porque pertenecen a nuestro pasado vivido, sentimos una extraña sensación, la de transitar por el territorio del sueño. De alguna forma, las palabras adquieren un extraño poder mágico, despiertan recuerdos que estaban ahí dormidos, esperando nada más a que el narrador demiurgo los convocase. ¿Y qué se siente después? Una enorme gratitud, por recuperar piezas de un puzle que nos completa. 

Parafraseando el texto, podemos decir, que está novela ayuda a construir letra a letra  nuestra memoria colectiva. La intrahistoria, de la que hablaba Unamuno.

La memoria se construye a través de palabras.

 Víctor Juan siente fascinación por las palabras.   Y ese amor está en cada línea de esta novela.

El protagonista de esta obra, Miguel Hierro,  es novelista. Es un alter ego del autor: ha escrito varias novelas, colabora en prensa y participa en tertulias radiofónicas, es un apasionado del fútbol, tiene una hija a la que adora…

Para referirse al escritor se emplean diferentes expresiones que sin duda lo califican a él mismo:

                Palabrero incorregible (p.39), obrero de la palabra (p.50), escrutador de secretos menudos, perseguidor de sueños (p. 64), coleccionista de gestos y de       frases robadas de las conversaciones ajenas (p. 82), cazador de historias (p. 90),                 husmeador _ “siempre (…) buscando historias y personajes” (p.107) Pero también, y más sugerente, el escritor es un seductor.

  Escribir se compara con la tarea minuciosa de la cocina (p.52)
“Cocinar es innovar, mezclar, modificar, fusionar… Miguel tenía alma de alquimista.      Después de todo un escritor es alguien que  experimenta, que inventa combinaciones de letras, de sonidos y de imágenes buscando permanentemente la emoción que a veces guardan las palabras.”
Elegir como protagonista a un escritor  permite al autor  analizar su propio proceso de creación. En un ejercicio metaliterario, asistimos al proceso de cómo se gesta la novela, a las razones de la escritura.

La novela nos proporciona así claves importantes para conocer más del escritor real.

Deducimos que un escritor nace con una predisposición a oír y contar historias, una enorme curiosidad y unas innegables dotes de observación. Imaginamos al Víctor Juan niño fascinado y asombrado ante las historias de sus mayores.

La palabra presidía los veranos de su infancia, especialmente las dos o tres horas que los vecinos pasaban tomando la fresca conversando. Hombres y mujeres que dominaban el arte de narrar, que contaban con palabras auténticas, aunque no hubieran leído nunca un libro:
 


          “Se hablaba para estar, para ser, para vencer el tiempo… contar era algo  auténtico. Las  personas compartían sus vidas y se entretenían con palabras. No era necesario más. Se hablaba de cosas de verdad, de lo que se veía, de lo que se sentía, de aquello que les  reocupaba. Los medios de comunicación no habían secuestrado sus vidas y por eso   las conversaciones trataban de asuntos que les interesaban y les afectaban. Hoy tenemos la mirada secuestrada”. (p. 68)

“dominaban el arte de narrar. Contaban dosificando la información para mantener el interés del auditorio, riendo donde el relato lo exigía, impostando la voz, deteniéndose en detalles… "(P.69)

  


 

               
Escribir no siempre es placentero, pues el escritor transita por el “territorio de la incertidumbre, de la insatisfacción permanente que genera la escritura” (p.21)     

                “Nada le dolía tanto como escribir y, al mismo tiempo, no imaginaba mayor                  satisfacción que la que le procuraba la escritura”
 “Vivía Entre palabras, en un territorio a veces cálido y casi siempre  inhóspito  donde el  sentimiento de soledad acrecentaba su propensión a la melancolía” (p.49) 
Escribía como si se desangrara (p.117)

Entonces ¿Por qué? ¿Para qué se escribe?

                “Cuando escribía quería contar cómo entendía el mundo, la amistad, el amor, el  racaso... Escribía para explicarse cómo soportaba el miedo, la tristeza o la soledad.    Escribía para entender su propia historia, para soñar lo que quería ser. Después de todo, la vida no es otra cosa que aquello que somos capaces de contarnos de nosotros mismos".
En una novela sobre el poder de las palabras, no extrañará que haya  varios escritores:

-Miguel Hierro, el protagonista de esta historia, es escritor. Está escribiendo una novela cuyo personaje principal, un hombre que se obsesiona con una mujer a la que no conoce, después de muchas dudas, va a ser también escritor. Alejandro Jover, que así se llama, ha escrito dos decenas de libros, aunque solo cuatro o cinco valen realmente la pena.

-Ana, la hija de Miguel, escribe poemas y textos inspirados en un blog que lee y curiosea su padre.

-El propio Víctor Juan tiene su minuto de gloria y se cuela en el comentario del protagonista, del que es amigo, al más puro estilo cervantino:
 
“Su amigo Víctor Juan ya había escrito Marta, una novela protagonizada por una  farmacéutica     que se reencuentra casualmente, tras treinta años sin verse, con su   primer amor y   descubre que cualquier momento es bueno para conquistar la felicidad, que siempre es todavía y que pase lo que pase se puede volver a empezar”   (p. 116)
 
 A pesar del carácter autobiográfico de parte de la novela, el lector va a sorprenderse, porque, finalmente, nada es lo que parece. De nuevo con un eco cervantino, se desdibujan los límites entre realidad y ficción. Pero no desvelaré nada…

Presentación en Caspe:
Pepe Melero y E. Escorihuela
acompañan a Víctor Juan
(13/12/13)
Hay momentos que rezuman sentido del humor, ocurrentes, que distienden y equilibran.   Las anécdotas de la niñez dan mucho juego, así como los diálogos frescos y espontáneos de los dos amigos. Entre los fragmentos más delirantes, se encuentra las dudas del escritor sobre las posibilidades que ofrecía el relato. Hacía tiempo que  quería matar a alguien. Según el perfil del personaje podía darse el gusto da asesinar a un crítico taurino, un editor que no supiera de libros o un crítico literario. Aquí Víctor Juan aprovecha para ajustar cuentas y, aunque no llegue la sangre al río, nos hacemos cargo de sus fobias particulares.
Para cerrar, quiero volver sobre el título Aquellos días de luz y palabras. Con su novela, Víctor Juan nos invita a iluminar esta parte oscura de pasado a través de las palabras que nos construyen y nos acercan, las palabras precisas en que nos reconocemos, las palabras que nos emocionan…
“Todos, incluso quienes no piensan nunca en el poder de las palabras, construyen el mundo con palabras. Con palabras nos explicamos, nos entendemos a nosotros mismos, amamos, esperamos, recordamos, odiamos… Todo con palabras. Nuestros deseos son palabras. Solo somos conscientes de aquello que podemos nombrar  porque la vida es, en realidad, lo que nos contamos". (pág. 135-136).
 
(Fragmento de la presentación en Caspe, el viernes 13 de Diciembre de 2014, Santa Lucía.)
 Aquí puedes acceder a los vídeos de ese día.
En breve, el 26 de Febrero, Víctor Juan vuelve a Caspe, esta vez para compartir su novela con vosotros, alumnos de 4º ESO. ¿Qué tal lleváis el plan de trabajo? Espero que disfrutéis mucho. Es una ocasión única para compartir recuerdos y palabras con vuestra familia.
Fuentes de la imagen: Archivo familiar y grupo de Facebook "Con los pies en el suelo y Caspe en el corazón". Si alguien quiere que conste la procedencia de la imagen de forma más precisa que me lo notifique en un correo (eblogsapereaude@gmail.com).
¿Lo estás pensando?
Pues... ¡has adivinado!
 
 

martes, 14 de enero de 2014

El canal condiciona el mensaje






El espejismo de la tecnología crea la ilusión de la conexión permanente. Deducimos que estar conectados y comunicarnos es automático.
Pero  ¿cómo nos comunicamos?

Como sabemos, la comunicación es un proceso complejo en el que intervienen varios elementos (emisor, receptor, mensaje, código, canal y contexto). Me gusta insistir en que no podemos prescindir de ninguno de ellos si queremos que la comunicación sea eficaz. Pero, aun coincidiendo todos, ¿nos hemos preguntado hasta qué punto condicionan el mensaje?
Si estás deslumbrado por todo lo que te ofrece tu móvil o tu cuenta de Tuenti, no dejes de ver este vídeo. Posiblemente ya te identifiques con la situación que se muestra. Y es que el componente no verbal es fundamental en nuestras relaciones interpersonales. Nunca lo olvides.