Las palabras son susceptibles de ser modificadas, eliminadas
o sustituidas por otras. Llamamos cambio semántico a las alteraciones entre
significante y significado.
Las causas que pueden producir estos cambios semánticos son
distintas y variadas. Algunas de las variaciones se originan por la valoración
subjetiva que los hablantes realizan de la realidad y de los comportamientos
humanos. Por supuesto la ironía incide en los cambios de significado.
La autora de esta carta reflexiona acerca de la riqueza
semántica de nuestra lengua. Si después de leerla estáis un tanto extrañados,
no dudéis en pinchar en el enlace a la noticia que originó la misiva.
"Estimado juez Del Olmo: Espero que al recibo de la
presente esté usted bien de salud y con las neuronas en perfecto estado de
alerta como es habitual en Su Señoría.
El motivo de esta
misiva no es otro que el de solicitarle amparo judicial ante una injusticia
cometida en la persona de mi tía abuela Felicitas y que me tiene un tanto
preocupada. Paso a exponerle los hechos:
Esta mañana mi tía
abuela Felicitas y servidora nos hemos cruzado en el garaje con un sujeto
bastante cafre que goza de una merecida impopularidad entre la comunidad de
vecinos. Animada por la última sentencia de su cosecha, que le ha hecho
comprender la utilidad de la palabra como vehículo para limar asperezas, y
echando mano a la riqueza semántica de nuestra querida lengua castellana, mi
querida tía abuela, mujer locuaz donde las haya, le ha saludado con un jovial
"que te den, cabrito".
Como una hidra, oiga.
De poco me ha servido explicarle que la buena de la tía abuela lo decía en el
sentido de alabar sus grandes dotes como trepador de riscos, y que en estas
épocas de recortes a espuertas, desear a alguien que le den algo es la
expresión de un deseo de buena voluntad. El sujeto, entre espumarajos, nos ha
soltado unos cuantos vocablos, que no sé si eran insultos o piropos porque no
ha especificado a cuál de sus múltiples
acepciones se refería, y ha enfilado hacia la comisaría más cercana haciendo
oídos sordos a mis razonamientos, que no son otros que los suyos de usted, y a
los de la tía abuela, que le despedía señalando hacia arriba con el dedo
corazón de su mano derecha con la evidente intención de saber hacia dónde
soplaba el viento.
Como tengo la
esperanza de que la denuncia que sin duda está intentando colocar esa hiena -en
el sentido de que es un hombre de sonrisa fácil- llegue en algún momento a sus
manos, le ruego, por favor, que intente mediar en este asunto explicándole al
asno - expresado con la intención de destacar que es hombre tozudo, a la par
que trabajador- de mi vecino lo de que las palabras no siempre significan lo
que significan, y le muestre de primera mano esa magnífica sentencia suya en la
que determina que llamar zorra a una mujer es asumible siempre y cuando se diga
en su acepción de mujer astuta.
Sé que es usted un
porcino -dicho con el ánimo de remarcar que todo en su señoría son recursos
aprovechables- y que como tal, pondrá todo lo que esté de su mano para que mi
vecino y otros carroñeros como él - dicho en el sentido de que son personas que
se comen los filetes una vez muerta la vaca - entren por el aro y comprendan
que basta un poco de buena voluntad, como la de mi tía abuela Felicitas, para
transformar las agrias discusiones a gritos en educados intercambios de descripciones, tal y como determina usted en
su sentencia, convirtiendo así del mundo un lugar mucho más agradable.
Sin más, y
agradeciéndole de antemano su atención, se despide atentamente, una víbora
(evidentemente, en el sentido de ponerme a sus pies y a los de la zorra* de su señora)."´