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No decía
palabras,
acercaba
tan solo un cuerpo interrogante,
porque
ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja
cuya rama no existe,
un mundo
cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta
por las venas
hasta
abrirse en la piel,
surtidores
de sueño
hechos
carne en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce
al paso,
una
mirada fugaz entre las sombras,
bastan
para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de
recibir en sí mismo
otro
cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales
en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque solo
sea una esperanza
porque el deseo es pregunta
cuya respuesta nadie sabe.
(Luis Cernuda, Los placeres prohibidos, 1931)
Este poema de Luis Cernuda (poeta de la Generación del 27) pertenece al libro Los Placeres Prohibidos, libro que, junto a otros, conforma el título bajo el que englobó toda su producción literaria: La realidad y el deseo.
En Los placeres prohibidos, uno de los libros más
emblemáticos de Cernuda (1931), de sentido unitario, cada poema se asocia a los demás para
completar la expresión del sentimiento. En él se acentúa la amargura y el
resentimiento hacia el mundo que lo rodea y estalla la rebeldía del poeta, pues
supone una decidida y desinhibida confesión de sus pulsiones eróticas. El amor,
en abstracto, se hace carne y también violencia: es el deseo sexual. Pero un
mundo hostil impide la realización de ese deseo y al final todo parece enturbiarse
y corromperse, y el placer resulta inútil y efímero. Pocas veces se dará en el
desarrollo de un tema la profusión y variedad de imágenes de Los
placeres prohibidos.