Aquellos que os
acerquéis a la novela de Merche Llop vais a acceder a un ajuste de cuentas con
las historias silenciadas del pasado.
La muerte de la madre,
inesperada, viene a convulsionar la vida
de Sofía, la protagonista, quien inicia un viaje en tren hacia la casa materna
en los primeros años de la transición democrática.
En ese tren para asistir al funeral de la madre va a coincidir con Tomás, un tío que conoce parte de la historia familiar que ha sido silenciada durante décadas.
Este viaje
circunstancial va a convertirse en un viaje de descubrimiento, de reconciliación
con un pasado familiar que permite cerrar algunas heridas, un viaje de recuperación de acontecimientos familiares que
encierran las claves para entender a los más cercanos y también a uno mismo.
Es un viaje simbólico necesario,
como nos decía Merche, pues la memoria recuperada va iluminando progresivamente
las sombras del pasado de la protagonista: “Aquel viaje había sido como un
sueño revelador” (p. 84).
“Fluían en Sofía unas
reflexiones nuevas en su interpretación de la historia que intuía
imprescindibles para poder vivir con cierta calma a partir de la no negación de
lo sucedido” /p.88
Las palabras nombran
sacando de la irrealidad todo el dolor y el sufrimiento, desafiando el silencio impuesto dentro en el seno de tantas
familias. (“Ya sabes… Silencio y
silencio. Tabú”, nos dice Sofía al hablar de los hechos que marcaron a su familia
en el pasado).
La última guerra civil
española constituye el hecho más dramático de la historia española del siglo
XX, tanto por lo ocurrido en los tres años que duró, como por lo que seguiría
durante muchos años posteriores durante la larga dictadura franquista. Muchos
hechos fueron silenciados, algunas veces para siempre…
Entendemos, a la vez
que la protagonista, que el silencio se instala en la vida de todos como forma
de protección, para olvidar tanto sufrimiento y dolor. Sin embargo, el olvido
no trae la paz necesaria, ni tampoco la comprensión. Deja a todos huérfanos, al
no conocer los vínculos que les unen al pasado.
En unos momentos de
confrontación social entre aquellos que prefieren pasar página y olvidar o los
que apuestan por hacer visible lo que ha sido invisibilizado, Merche Llop antepone
el valor de la memoria colectiva como forma de justicia hacia las víctimas.
Ahonda en la memoria
colectiva indagando en sus raíces, en su propia historia familiar, con un
homenaje conmovedor a las personas que han formado parte de su vida, sus
raíces.
Y junto a esas personas
queridas, el territorio, con referencias geográficas, sociales y políticas muy
precisas.
“Mi pueblo está en lo
alto de una explanada, tiene dos ríos y una ermita con unas pinyeres grandes y
antiguas”, p. 57
“Despúés del túnel
largo…, la ermita primero y los dos ríos, el pueblo, las montañas, los
cipreses… Nuestro paisaje”, p. 84
El viaje en tren, atravesando estaciones donde ha vivido en su infancia Tomás, el otro protagonista, permite evocar los episodios que marcaron la historia reciente de esta tierra. Estas gentes se expresan en una lengua de la franja catalana que se reivindica a cada paso como forma de caracterizar a las personas: palabras, expresiones, que son signos de identidad y de orgullo.
-“¡Ya hablas como en Penás! ¡Unos días solamente con nosotros
y te has mimetizado lingüísticamente!”
-“Me pasa siempre en el pueblo. Me cambian las expresiones y
la fonética” (p. 89)
“Cuando te escucho, oigo hablar a mi madre, a las tías…”
(p.20)
Presente y pasado se entrelazan en una novela de secretos que irán desvelándose. Entre ellos, la afición a la escritura de la madre fallecida. Los cuadernos que conserva, junto a las cartas, enriquecerán el relato con otro punto de vista y nuevas aportaciones para recomponer esa historia familiar ocultada.
La protagonista
necesita esa luz para reconciliarse con su familia y entenderlos y desde
ahí entender sus propias zonas de sombra
y encontrar la paz.
Me interesa especialmente
el juego metaliterario. Desde las primeras páginas Sofía confiesa su deseo de
publicar una novela “sobre la guerra civil. También me interesa la etnología,
las costumbres…Le estoy dando vueltas a la idea. De momento recopilo
información” (p. 20)
El viaje de tres horas
que comparten tío y sobrina hasta Penás (donde identificamos sin dudar a
Nonaspe) da para una larga conversación en la que Tomás irá desgranando los
recuerdos y anécdotas asociados al tiempo que vivió en las estaciones por las
que pasan (Pradell (1934), Ribarroja (1936), Morell (1937), Fayón (1939),
tiempos complejos anteriores a la guerra y durante la guerra. Sofía no deja de
tomar notas y entiende que “con ese material de la guerra, la gente y las vivencias
ya puede emprender la novela”, p. 91.
“No olvides que lo más
importante de la escritura es el sentido que tú le das a las anécdotas que
conoces, construir una trama desde tus sentimientos más profundos”, le aconseja
su tío (p. 91)
“Los libros de historia
muestran hechos documentados pero, para tener una información exhaustiva, es
fundamental conocer el vínculo emocional de los protagonistas en el acontecer
histórico”, reflexiona Sofía. Y añade:
“Me interesa que la
trama de mi novela, de alguna manera, tenga relación con la vida de mi familia,
marcada y condicionada para siempre por el asesinato de mi abuelo;
especialmente mi madre, aunque ella jamás me ha hablado de eso”/p. 21
La segunda parte de la novela transcurre en Penás. La aparición del cuaderno que ha escrito la madre durante los tres años previos a su fallecimiento, junto con dos cartas escritas también por ella en dos momentos muy distantes en el tiempo, incorporan un nuevo punto de vista narrativo y cierran el círculo al permitir “mirar de cara aquellos hechos tal y como los vivieron en su familia”. Finalmente, Sofía puede conocer lo que necesitaba saber sobre el asesinato de su abuelo; conocer le permite “Encontrar un sentido diferente a la vida a través de la aceptación de que la crueldad palpita en el ser humano y, de repente, estalla con un instinto incontrolado” /p.88. “Mi vida ha cambiado totalmente en una semana”,p.141, admitirá .
La escritura libera y da un paso más al salvar con palabras ese pasado ocultado. Como nos recuerda Rosa Montero (La ridícula idea de no volver a verte): “La creatividad es justamente esto: un intento alquímico de transmutar el sufrimiento en belleza. El arte en general, y la literatura en particular, son armas poderosas contra el Mal y el Dolor”.
En definitiva, Merche Llop parte de una motivación personal al novelar su historia familiar pero lleva su relato a una dimensión ética donde cualquier lector puede cuestionarse la importancia de nombrar todo lo que la generación de nuestros abuelos y padres callaron.
Merche ha liberado las
voces de sus seres queridos; construye una trama sugerente con la recopilación
de hechos reales e identificables que componen el marco político, social y
emocional de una época, alejada de maniqueísmos, de los prejuicios sobre
“buenos y malos” con los que nos acercamos a los hechos históricos (“gente
buena hay en todos los sitios. Y perversa también” deja claro Tomás con su
testimonio).
Aunque el pasado revele
dolor y sufrimiento, solo su conocimiento permite construir un futuro más
consciente, más justo, donde cabe el perdón o, al menos, la paz.
Merche Llop nos ofrece
un relato bien construido, conmovedor, testimonio de muchas vidas, novela
valiente para confrontar el pasado desde los sentimientos: sentir para
entender, llegar al corazón para luego ir a la cabeza.
Y de fondo, en la mejor línea de nuestro admirado escritor universal Jesús Moncada, la vida del pueblo, sus costumbres, sus modos de comunicarse, sus anhelos, sus pasiones... Para salvar una vez más, a través de las palabras, ese mundo perdido que ya no existe y que solo las páginas de un libro pueden retener y hacer perdurar
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