En el marco de los retos diarios con que empezamos cada día nuestra clase de Lengua de 2º de Bachillerato, quiero compartir un artículo de opinión publicado hace unos años que ha reforzado el sentido que damos este curso a la gramática: una herramienta para detectar ambigüedades de la lengua, descubrir erratas, captar guiños,...Cada día mejora un poco más nuestra competencia lingüística, de forma que ya estamos casi convencidos de la utilidad de la sintaxis.
Reproduzco aquí el artículo del profesor de Literatura José Luis González publicado en "Culturas" ( Hoy.es el 6/05/14). Destaco en color las estructuras que nos han dado juego en clase, en la línea del la Gramática reflexiva orientada a competencias (GrOC):
"¿PARA QUÉ SIRVE LA SINTAXIS?"
"¿PARA qué sirven las abuelas? ¿Para qué sirve nuestra sombra? ¿Para qué
sirve el ácido hialurónico? ¿Para qué sirve el café? ¿Para qué sirve la
alabanza a Dios? ¿Y el vidrio reciclado? ¿Y un catedrático emérito de
Estratigrafía, o hablar en ruso allá en Lubango, la capital de la provincia
angoleña de Huíla? ¿Y para qué sirve el Senado ahora? ¿Y los logaritmos
neperianos? ¿Para qué sirve poner normas de seguridad en un laboratorio de
productos químicos? ¿Para qué votar en las europeas?
La Antropología se pregunta por qué vivimos bastantes más años de los que
necesitaría la capacidad reproductora de nuestra especie. No todos los
cachorros conocen a sus abuelos. Los seres humanos -y sus genomas- disfrutan de
la generación que dio vida a sus progenitores. Afortunadamente. Los padres
quieren abuelos y abuelas jóvenes que cuiden y quieran de cerca y despacio a
sus nietos. Sirven. Siempre. Ayudan.
¿Pero para qué sirve la Sintaxis? «Para lo mismo que puede servir un
crucigrama o un sudoku. Fundamentalmente para pensar. Analizar el idioma es
hacer gimnasia mental para utilizarlo mejor, para escribir mejor, para expresar
mejor, para comprender mejor. O sea, para mejorar». Respuesta de Álex Grijelmo,
un periodista modélico, apasionado del idioma. También se piensa sentado ante
un tablero de ajedrez. Y ante las películas de ocho apellidos como los de
Allen, Kieslowski, Eastwood, Kubric, Lumet, Terrence Malick, Tarkovski o Erice
o los ocho que quiera poner usted. También deja pensativo la poesía que
traspasa las paredes del corazón. Y todas las esquelas. A algunos les remueven
las entrañas las cotizaciones de Bolsa y su Íbex. A otros, los titulares de
Deportes. A mí, mirar lejano el oleaje (desde que no fumo). La sintaxis ayuda a
pensar. Entre otras razones, porque se ocupa del orden de las palabras. Un
ejemplo: cualquier hispanohablante puede entender la diferencia de significado
entre estas dos frases aparentemente iguales: «Compró caro ese chalet» y
«Compró ese chalet caro». En una te engañan y en la otra estás forrado. No
todos, sin embargo, aciertan a explicar gramaticalmente esas diferencias de
sentido sutiles. Quien aprendió qué es un complemento predicativo y para qué
sirve sabrá argumentarlo.
Lo Más
La Sintaxis, por tanto, sirve para pensar mejor, como los sudokus y los
crucigramas, y también para jugar. ¿Qué prefiere: «gorras de viaje» o «viajes
de gorra»? ¿Es igual de humano «Una menos vieja» que el despiadado «Una vieja
menos»? Usted puede formar unas cuantas frases distintas cambiando el orden de
estas nueve palabras: «Los socios que no vinieron ayer abonaron el importe».
Varía la semántica si se altera la alineación de la frase. En plan gratuito:
«Los socios que vinieron ayer no abonaron el importe». En plan selectivo: «Los
no socios que vinieron ayer abonaron el importe». En plan tocateja para todos:
«Los socios que no vinieron abonaron ayer el importe». En plan noticia y
apremio: «Vinieron los socios que no abonaron el importe ayer».
Es cierto que -salvo al profesorado de Lengua-a un camarero o a una
abogada, a casi ninguna dentista o a pocos policías o albañiles les exigen en
sus trabajos analizar oraciones. Sí tendrán que sumar, multiplicar, viajar y
dividir. Si ayudan a sus hijos con los deberes, puede que sí les toque
enzarzarse con atributos y circunstanciales y hasta con criaturas como los
sintagmas. Ante una parejita de frases formularias como esta, «La niña quiere
la muñeca» y «La niña quiere a la muñeca», doña Sintaxis te da la cena y deja
muchas puertas abiertas para reflexionar. ¿No servía para eso?
Habrá que reconocerlo: quien pregunta un porqué o un para qué no siempre
reclama soluciones o respuestas, puede manifestar una actitud de rechazo. Yo
aplaudo y secundo esas rebeldías. No me gustan los que se quejan pero sí
quienes protestan. Aunque algunos quieren que la única respuesta sea el tesoro
del bienestar. «A veces hay que romper las normas para aclarar las cosas»,
suelta un personaje de 'Las normas de la casa de la sidra'. Los temporeros que
recolectan las manzanas se niegan a cumplir las reglas porque las impusieron
sin preguntar a los inquilinos.
La Sintaxis permite darles vueltas a las cosas. «Todo se resolviraba en un
profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles
que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias». Cortázar. Para eso también
sirve, por supuesto. El bienestar se refugia en «Haz las cosas interesantes».
Los apasionados prefieren el «Haz interesantes las cosas». Más vale. Vale más."
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