Si hubieran vivido siempre en el Cortijo quizá las cosas se hubieran producido de otra manera pero a Crespo, el Guarda Mayor, le gustaba adelantar a uno en la Raya de lo de Abendújar por si las moscas y a Paco, el Bajo, como quien dice, le tocó la china y no es que le incomodase por él, que a él, al fin y al cabo, lo mismo le daba un sitio que otro, pero sí por los muchachos, a ver, por la escuela, que con la Charito, la Niña Chica, tenían bastante y le decían la Niña Chica a la Charito aunque, en puridad, fuese la niña mayor, por los chiquilines, natural,
madre, ¿por qué no habla la Charito?,
¿por que no se anda la Charito, madre?
¿por qué la Charito se ensucia las bragas?, preguntaban a cada paso, y ella, la Régula, o él, o los dos a coro,
pues porque es muy chica la Charito,
a ver, por contestar algo, ¿qué otra cosa podían decirles?, pero Paco, el Bajo, aspiraba a que los muchachos se ilustrasen, que el Hachemita aseguraba en Cordovilla, que los muchachos podían salir de pobres con una pizca de conocimientos, e incluso la propia Señora Marquesa, con objeto de erradicar el analfabetismo del cortijo, hizo venir durante tres veranos consecutivos a dos señoritos de la ciudad para que, al terminar las faenas cotidianas, les juntasen a todos en el porche de la corralada, a los pastores, a los porqueros, a los apaleadores, a los muleros, a los gañanes y a los guardas, y allí, a la cruda luz del aladino, con los moscones y las polillas bordoneando alrededor, les enseñasen las letras y sus mil misteriosas combinaciones y los pastores, y los porqueros, y los apaleadores y los gañanes y los muleros, cuando les preguntaban, decían,
La B con la A hace BA, y la C con la A hace ZA,
y entonces, los señoritos de la ciudad, el señorito Gabriel y el señorito Lucas, les corregían y les desvelaban las trampas, y les decían,
pues no, la C con la A hace KA, y la C con la I hace CI y la C con la E hace CE y la C con la O hace KO,
y los porqueros y los pastores, y los muleros, y los gañanes y los guardas se decían entre sí desconcertados,
también te tienen unas cosas, parece como que a los señoritos les gustase embromarnos,
pero no osaban levantar la voz, hasta que una noche, Paco, el Bajo, se tomó dos copas, se encaró con el señorito alto, el de las entradas, el de su grupo, y ahuecando los orificios de su chata nariz (por donde, al decir del señorito Iván, los días que estaba de buen talante, se le veían los sesos), preguntó,
señorito Lucas, y ¿a cuento de qué esos caprichos?
y el señorito Lucas rompió a reír y a reír con unas carcajadas rojas, incontroladas, y al fin, se calmó un poco, se limpió los ojos con el pañuelo y dijo,
es la gramática, oye, el porqué pregúntaselo a los académicos,
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