sábado, 4 de noviembre de 2023

"Yo voy soñando caminos", Antonio Machado

Toni Demuro

  XI

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!…
¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero
a lo largo del sendero…
– La tarde cayendo está -.
“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.”
          Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.
La tarde más se oscurece;
y el camino que serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.
Mi cantar vuelve a plañir:
“Aguda espina dorada,
quién te pudiera sentir
en el corazón clavada.”


Antonio Machado, Soledades, galerías y otros poemas (1907)


El caminante: simboliza la condición humana. El hombre es un viajero en el tiempo. Para Machado, el hombre está más pendiente de saber qué le espera al final de ese camino que de vivir intensamente el día a día, hecho que produce en el poeta la tristeza de una vida no vivida. 

El paisaje: se trata de una naturaleza dinámica que expresa el paso del tiempo, ya que se pasa de una puesta de sol dorada a una tarde-noche en la que desaparece el paisaje que el caminante tiene a la vista. 

La canción: el caminante dice que ha logrado apartar de sí el sentimiento de dolor por un amor perdido. Pero al final desea volver a sentir esa espina dorada. Con ello, Machado nos dice que en la vida es peor el sentimiento de vacío (el no sentir nada) que el sufrimiento. 

El yo y el paisaje: el poema nos transmite una emoción muy intensa sobre el sentimiento de la nada, ya que el caminante siente su vacío interior al mismo tiempo que el paisaje desaparece ante sus ojos, borrado por las sombras del atardecer. 

Yo voy soñando caminos

de la tarde. ¡Las colinas

doradas, los verdes pinos,

las polvorientas encinas!... 

¿Adónde el camino irá?

Yo voy cantando, viajero

a lo largo del sendero...

–la tarde cayendo está–.

«En el corazón tenía

la espina de una pasión;

logré arrancármela un día:

ya no siento el corazón». 

Y todo el campo un momento

se queda, mudo y sombrío,

meditando. Suena el viento

en los álamos del río. 

La tarde más se oscurece;

el camino que serpea

y débilmente blanquea

se enturbia y desaparece. 

Mi cantar vuelve a plañir:

«Aguda espina dorada,

quién te pudiera sentir

en el corazón clavada». 

Antonio Machado, 

Soledades, galerías y otros poemas 

  
Propuesta de Editorial Casals

 

 

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