“De su infancia heredó la certeza de que somos, esencialmente,
palabras. Su madre le nombró el mundo, palabra a palabra, como si lo inventara
para él.”
Katie M Berggren |
“Su madre tenía la extraña capacidad de hacer, con su sola
presencia, que la gente se sintiera bien tratada. Creaba un espacio en el que
las personas se sentían seguras, protegidas por su mirada, un territorio en el
que todos eran protagonistas y donde se sentían escuchados y queridos.
_ No sé por qué la gente me cuenta su cosas.
Había decenas de razones para acercarse a ella. Siempre tenía una frase delicada y, si era preciso, un silencio cómplice. Respetaba todas las opiniones y jamás hablaba mal de nadie. Sabía restarle importancia a las preocupaciones que cada cual rumia cuando no tiene la cabeza ocupada en otras urgencias. (…)
Cuando alguien le contaba un problema sabía encontrar las palabras que terminaban tranquilizándole. (…)
_ No sé por qué la gente me cuenta su cosas.
Había decenas de razones para acercarse a ella. Siempre tenía una frase delicada y, si era preciso, un silencio cómplice. Respetaba todas las opiniones y jamás hablaba mal de nadie. Sabía restarle importancia a las preocupaciones que cada cual rumia cuando no tiene la cabeza ocupada en otras urgencias. (…)
Cuando alguien le contaba un problema sabía encontrar las palabras que terminaban tranquilizándole. (…)
En su compañía se tenía la certeza de que vivir era más
fácil de lo que nos contaron, más fácil de lo que creemos. (…)
Era su madre… Cuatro veces madre idéntica y distinta para
cada uno de ellos. Cuatro razones para la esperanza. Cuatro veces el amor
infinito, repartido sin límite y sin medida, sin llevar la cuenta, en cuatro
partes iguales. Cuatro veces siempre. Cuatro veces las noches en vela. Cuatro
veces lo más importante de su vida. Cuatro razones para vivir y morir. Les había
dado todo multiplicado por cuatro a cambio de nada. Cuatro veces crecía en su
estómago el abismo de la duda cuando intuía la tristeza o el dolor de sus hijos.
Cada uno de ellos era su única debilidad. Cuatro veces vulnerable. Cuatro veces
feliz. Les había regalado el don de la palabra. Y solo exigía que no le dieran
nunca las gracias. Era su madre”.
(Víctor Juan: Aquellos días de luz y palabras, págs. 85-89, Sabara
narrativa)
Víctor Juan recupera en su memoria la figura materna y destaca el enorme regalo que suponen las primeras palabras que se conquistan a través de ella y el uso preciso y reconfortante que sabe hacer de la palabra en sus relaciones personales.
Como está cerca el Día de la Madre, os propongo que os
sentéis un rato a pensar en vuestra madre. En la adolescencia marcáis mucha distancia,
os encerráis en un mutismo a veces insoportable. El mejor regalo que podéis
hacerle también son vuestras palabras.
Palabras de agradecimiento que pueden ir en forma de carta, de poema, de
canción, …