Dice un personaje de Aquellos días de luz y palabras que
“leer es un acto de amor”, ya que al leer elegimos, frente a otras opciones,
cómo invertir nuestro tiempo, que en definitiva es nuestra vida. También lo es escribir, sobre todo si cuando se hace uno pone en ello a
partes iguales su corazón y su memoria. Víctor ama a Caspe, y, por encima de
todo, las palabras. Este libro es un sentido tributo a ambas pasiones.
Cuando Víctor me envió esta novela al
correo sin título y sin manual de instrucciones, me propuse abordar su lectura como lectora, no como profesora de literatura,
preservando la parte de asombro y sorpresa que toda lectura puede tener si no la
sometemos a un excesivo análisis.
No imaginaba el regalo de luz y
palabras que Víctor me adjuntaba al correo. La leí de una sentada, conteniendo
la emoción a duras penas. Me impresionó la turbadora sinceridad: no esperaba
encontrar un relato tan autobiográfico, lleno de referencias que me eran
comunes y familiares. Y poco a poco fui recuperando fragmentos del pasado que
creía olvidados.
“Somos lenguaje. Somos memoria. Somos las palabras que nos permiten recordar y tomar conciencia de nosotros mismos. (…) Somos cada día lo que fuimos, lo que hemos sido”. (p. 87)
La memoria se erige como tema sustancial de la novela.
Caspe aparece como territorio
literario. Recrea la tierra prometida, el paraíso perdido, de donde es
arrancado el protagonista en su primera infancia con seis años y donde acudirá
siempre que pueda.
“Caspe, paraíso de luz, libertad, tiempo y palabras donde la felicidad y el cariño eran siempre previsibles” (p.55)
"Las personas que le acompañaron, que tanto le quisieron y que prepararon para él un mundo en donde pudo cultivar su curiosidad y sus deseos de entenderlo todo.
Ese territorio simbólico era su verdadera patria, un paisaje al que le devolvía la memoria para encontrarse, como si no hubiera pasado medio siglo, con la luz de aquellos días” (p.63)
“Caspe
era el universo en el que todo era posible” (p.82)
Aunque también hay una añoranza más terrenal:
"Había
que volver a Caspe para “comer pan de verdad, tortas de verdad y para beber la leche recién ordeñada que cada
noche iba a buscar la vaquería de “La Bochorna”. (p.55)
Esta novela me ha permitido recuperar
fragmentos de mi pasado.
He
vuelto a pasearme por las desvencijadas butacas del cine Lucero y he sentido el
olor de sus pestilentes baños; he recorrido las calles y he asistido a las
tertulias de vecinos, que me han hecho hueco para contar sus historias (“Mirad,
chiquetas, qué os voy a contar”), he revivido los velatorios, las misas, la
escuela,… Se me han representado personajes de la reciente intrahistoria de
Caspe que no conocía personalmente pero que son un referente para muchos de los
aquí presentes: las maestras Dª Julia y Dª Encarna, Concha la avisadora, la tía
Julia,…
Incluso, uno puede recuperar palabras
que identifica, aunque hayan caído en desuso.
El
protagonista de niño “forigaba” en los cajones de los abuelos.
Confieso que he ido atesorando esos
retazos de memoria con asombro.
La literatura teje sus historias con
hilos de ficción y de realidad.
Reconocer referencias tan próximas o identificar nombres reales, produce
una especie de vértigo. Casi tiene uno
que pellizcarse, por miedo a haberse convertido en personaje nivolesco, como le ocurrió al pobre
Augusto de la novela Niebla, de Unamuno.
¿Se
puede imaginar la sorpresa de encontrar entre líneas la tienda que regentaban
mis padres en la calle
Pellicer “Confecciones La Rosa”, cuando al joven protagonista le compran la bata para ir al colegio?
O
encontrarse de pronto con un suceso vivido muy de cerca:
“Como estaba escrito, en Caspe se enamoró de una mujer de doce años con el amor radical de un hombre de trece años”
"Olga
le pareció una criatura extraordinaria que daba sentido a su existencia”
Porque
yo fui testigo de ese primer amor de
Víctor Juan. El impacto de encontrar a mi amiga
Olga, amiga inseparable de la adolescencia, convertida en personaje novelesco es indescriptible.
Lo
dicho, a veces, leyendo, hay que pellizcarse…
La literatura es una puerta que nos lleva a otros mundos. Cuando esos
mundos son fácilmente reconocibles, porque pertenecen a nuestro pasado vivido,
sentimos una extraña sensación, la de transitar por el territorio del sueño. De
alguna forma, las palabras adquieren un extraño poder mágico, despiertan
recuerdos que estaban ahí dormidos, esperando nada más a que el narrador
demiurgo los convocase. ¿Y qué se siente después? Una enorme gratitud, por
recuperar piezas de un puzle que nos completa.
Parafraseando el texto, podemos decir, que está novela ayuda a construir
letra a letra nuestra memoria colectiva.
La intrahistoria, de la que hablaba Unamuno.
La memoria se construye a través de
palabras.
Víctor Juan siente fascinación por las
palabras. Y ese amor está en cada línea de esta novela.
El protagonista de esta obra, Miguel
Hierro, es novelista. Es un alter ego del autor: ha escrito varias
novelas, colabora en prensa y participa en tertulias radiofónicas, es un apasionado
del fútbol, tiene una hija a la que adora…
Para referirse al escritor se emplean diferentes expresiones que sin duda lo
califican a él mismo:
Palabrero
incorregible (p.39), obrero de la palabra (p.50), escrutador de secretos
menudos, perseguidor de sueños (p. 64), coleccionista de gestos y de frases robadas de las conversaciones
ajenas (p. 82), cazador de historias (p. 90), husmeador
_ “siempre (…) buscando historias y personajes” (p.107) Pero también, y más
sugerente, el escritor es un seductor.
Escribir
se compara con la tarea minuciosa de la cocina (p.52)
“Cocinar es innovar, mezclar, modificar, fusionar… Miguel tenía alma de alquimista. Después de todo un escritor es alguien que experimenta, que inventa combinaciones de letras, de sonidos y de imágenes buscando permanentemente la emoción que a veces guardan las palabras.”
Elegir como protagonista a un escritor permite al autor analizar su propio proceso de creación. En un ejercicio metaliterario, asistimos al proceso de cómo se gesta la novela, a las razones de la escritura.La novela nos proporciona así claves importantes para conocer más del escritor real.Deducimos que un escritor nace con una predisposición a oír y contar historias, una enorme curiosidad y unas innegables dotes de observación. Imaginamos al Víctor Juan niño fascinado y asombrado ante las historias de sus mayores.La palabra presidía los veranos de su infancia, especialmente las dos o tres horas que los vecinos pasaban tomando la fresca conversando. Hombres y mujeres que dominaban el arte de narrar, que contaban con palabras auténticas, aunque no hubieran leído nunca un libro:
“Se hablaba para estar, para ser, para vencer el tiempo… contar era algo auténtico. Las personas compartían sus vidas y se entretenían con palabras. No era necesario más. Se hablaba de cosas de verdad, de lo que se veía, de lo que se sentía, de aquello que les reocupaba. Los medios de comunicación no habían secuestrado sus vidas y por eso las conversaciones trataban de asuntos que les interesaban y les afectaban. Hoy tenemos la mirada secuestrada”. (p. 68)“dominaban el arte de narrar. Contaban dosificando la información para mantener el interés del auditorio, riendo donde el relato lo exigía, impostando la voz, deteniéndose en detalles… "(P.69)
Escribir no siempre es placentero, pues el escritor transita por el “territorio de la incertidumbre, de la insatisfacción permanente que genera la escritura” (p.21)“Nada le dolía tanto como escribir y, al mismo tiempo, no imaginaba mayor satisfacción que la que le procuraba la escritura”“Vivía Entre palabras, en un territorio a veces cálido y casi siempre inhóspito donde el sentimiento de soledad acrecentaba su propensión a la melancolía” (p.49)“Escribía como si se desangrara” (p.117)
Entonces ¿Por qué? ¿Para qué se escribe?
“Cuando escribía quería contar cómo entendía el mundo, la amistad, el amor, el racaso... Escribía para explicarse cómo soportaba el miedo, la tristeza o la soledad. Escribía para entender su propia historia, para soñar lo que quería ser. Después de todo, la vida no es otra cosa que aquello que somos capaces de contarnos de nosotros mismos".En una novela sobre el poder de las palabras, no extrañará que haya varios escritores:
-Miguel Hierro, el protagonista de esta historia, es escritor. Está escribiendo una novela cuyo personaje principal, un hombre que se obsesiona con una mujer a la que no conoce, después de muchas dudas, va a ser también escritor. Alejandro Jover, que así se llama, ha escrito dos decenas de libros, aunque solo cuatro o cinco valen realmente la pena.
-Ana, la hija de Miguel, escribe poemas y textos inspirados en un blog que lee y curiosea su padre.
-El propio Víctor Juan tiene su minuto de gloria y se cuela en el comentario del protagonista, del que es amigo, al más puro estilo cervantino:
“Su amigo Víctor Juan ya había escrito Marta, una novela protagonizada por una farmacéutica que se reencuentra casualmente, tras treinta años sin verse, con su primer amor y descubre que cualquier momento es bueno para conquistar la felicidad, que siempre es todavía y que pase lo que pase se puede volver a empezar” (p. 116)
A pesar del carácter autobiográfico de parte de la novela, el lector va a sorprenderse, porque, finalmente, nada es lo que parece. De nuevo con un eco cervantino, se desdibujan los límites entre realidad y ficción. Pero no desvelaré nada…
Presentación en Caspe: Pepe Melero y E. Escorihuela acompañan a Víctor Juan (13/12/13) |
Para cerrar, quiero volver sobre el título Aquellos días de luz y palabras. Con su novela, Víctor Juan nos invita a iluminar esta parte oscura de pasado a través de las palabras que nos construyen y nos acercan, las palabras precisas en que nos reconocemos, las palabras que nos emocionan…
“Todos, incluso quienes no piensan nunca en el poder de las palabras, construyen el mundo con palabras. Con palabras nos explicamos, nos entendemos a nosotros mismos, amamos, esperamos, recordamos, odiamos… Todo con palabras. Nuestros deseos son palabras. Solo somos conscientes de aquello que podemos nombrar porque la vida es, en realidad, lo que nos contamos". (pág. 135-136).
(Fragmento de la presentación en Caspe, el viernes 13 de Diciembre de 2014, Santa Lucía.)
Aquí puedes acceder a los vídeos de ese día.
En breve, el 26 de Febrero, Víctor Juan vuelve a Caspe, esta vez para compartir su novela con vosotros, alumnos de 4º ESO. ¿Qué tal lleváis el plan de trabajo? Espero que disfrutéis mucho. Es una ocasión única para compartir recuerdos y palabras con vuestra familia.
Fuentes de la imagen: Archivo familiar y grupo de Facebook "Con los pies en el suelo y Caspe en el corazón". Si alguien quiere que conste la procedencia de la imagen de forma más precisa que me lo notifique en un correo (eblogsapereaude@gmail.com).
¿Lo estás pensando? Pues... ¡has adivinado! |